Hay ocasiones en el que si tu producto o servicio es bueno, y el negocio empieza a despegar, nos obsesionamos con la imagen de la empresa. Es en ese momento en el que perdemos el norte, empresas de mediano tamaño, empiezan a gastar una suma importante de dinero en la imagen de su empresa.
Al principio, estos planes de marketing, llevados a cabo por importantes profesionales, cumplen con creces el objetivo que llevaban a cabo: reconocimiento de marca, mayor público objetivo, nuestra empresa apareciendo en diferentes medios o redes sociales, ….
Todo positivo, bueno, casi todo. Por que ahora viene la contrapartida. El importe que hemos gastado en marketing, personal contratado y demás herramientas utilizadas, hay que repercutirlo en nuestro producto o servicio.
Quizás, no estamos preparados para abarcar esa avalancha repentina, y debemos de aplazar plazos de entrega, o el servicio prestado deja de ser personalizado.
Nuestros clientes que en un principio confiaban en nuestro producto, de calidad y competitivo, empiezan a mirar otras alternativas. Empezamos a descuidar a nuestro cliente, nuestra relación ya consolidada, empieza a deteriorarse.
No todas las empresas son iguales
Por supuesto que no todos tenemos las mismas circunstancias, ni reaccionamos de la misma forma ante hechos similares. También hay quien planifica metódicamente todas las alternativas. Por supuesto que lo expuesto en esta entrada no le pasa ni mucho menos a todos los negocios, pero sí a una parte de ellos.
Hemos conocido a empresas excepcionales que han dejado de lado en cierto modo a sus clientes por «crear una imagen más profesional» o «ampliar su público objetivo», pero principalmente han descuidados sus relaciones con sus usuarios por obtener más prestigio o mayor reconocimiento, cuando la mayor satisfacción para una empresa, tienda online, negocio físico… es tener un cliente satisfecho con nuestro producto o servicio prestado.
Si nos excedemos, toda herramienta que en principio es muy positiva para nuestra actividad, puede resultar contraproducente. Esto suele ocurrir cuando priorizamos nuestra imagen (o marca, que no dudamos que sea excepcional) a ofrecer valor al usuario, que es lo que debemos hacer siempre, ya sea en el mundo offline u online.
Es un pequeño consejo que debemos tener en cuenta: piensa primero en tu cliente, y después también.